El abatimiento de la experimentación musical (dos apuntes)


Por Angel Sánchez Borges

- Correo electrónico - aam.music@gmail.com


“Our love is like the music
is here and then is gone”
No Expectations, 1968
The Rolling Stones


1. Los problemas con la ruptura

La llamada música de ruptura, centrada en el espectro que va de la llamada música clásica del siglo XX, el serialismo, la dodecafonía, el atonalismo, la música concreta, la música aleatoria, se convirtió en moneda corriente una vez que fue abordada por los movimientos musicales de la cultura popular, en especial el jazz y el rock, pero también el pop, esto plantea en nuestros días el mismo desasosiego teórico que la llamada crisis de las vanguardias.
Un nuevo consumo masivo de bienes considerados antes de “ruptura” posibilitó al mismo tiempo una especie de “democratización del gusto” , al liberar estas músicas de su elitismo, músicas que una vez que se “abaratan” en el juego de un mercado ofertando novedades de liberalidad , provocan el efecto bola de nieve, ingresando al mundo espectacular como si se tratara de otras comodidades. Es así que el mercado que “administra” el espectro de las músicas , domestica los sonidos de riesgo, y haciendo accesible a todo público esa “estética de la abstracción” generalizada. Tal como el arte abstracto y más adelante el informalismo, se convierten en lenguajes que se digieren fácilmente a través de las nuevas reglas de uso del diseño publicitario, músicas como el be bop jazz,luego el mismo free, el rock improvisado, la experimentación sonora con efectos de sonido, el uso del estudio de grabación como un todo instrumental, abren los oídos de todos y nos acostumbramos a esos tipos de expresión, aprendemos a reconocer lo nuevo como valor de uso.
Hoy la música de ruptura no es tal, antes bien, es un océano de continuidad de las banalidades en boga. Nos hemos domesticado ante lo excesivo. Los mega mercados de discos usados en los EUA , las listas interminables de rarezas en subasta en internet, la calamitosa sobreinformación de la prensa respecto a tal o cual nueva gran cosa en el mundo de la experimentación sonora, sobrevienen un monstruo de mil cabezas, pero virtual, cuando a través de clientes para piratería en internet como Soulseek, nos enfrentan a una falsa comunidad de expertos en la ruptura sonora, aunque al mismo tiempo , amansan y ponen en entredicho la especulación informacional devenida negocio absurdo, cuando comparten todo con todos. Así podemos presumir a nuestros amigos con tan sólo leer el índice de la Wire magazine de Inglaterra aunque la mayoría prefiere aún sólo leer el índice del Pitchfork Media de los EUA. Dime qué grupos oyes y te diré quien no quieres ser.


2. Vender es saber rebelarse

Así como la psicodelia y el rock progresivo integraron al imaginario de muchos jóvenes del globo algunas de las más interesantes rupturas producidas en la tradición musical occidental, permitieron que tales referentes se conviertieran en el índice de una nueva forma de prestigio. Yoko Ono tenía el dinero para rodearse de “free jazzeros” y compartir con los Fluxus sus tardes; ella representa justamente este nuevo prestigio que va mucho más lejos cuando se culmina con John Cage como un inmaculado “star” y la experimentación sonora en un gesto de vació creacional adoptado por mil y un bandas de rock de los sesenta y setenta, entre ellas los mismo Beatles (de hecho fue Paul Mcartney quien sugirió jugar con los registros en las cintas electromagnéticas y no Lennon como se piensa).
Así en el ir y venir entre prestigio y democratización del gusto se desencadenan dos fenómenos opuestos pero complementarios, por un lado el establecimiento de una esfera del consumo en la industria cultural que es la de la “música de vanguardia” como etiqueta y como anaquel, y por otro el hecho aún por constatar de que esto abrió los oídos de todos para que se forjaran algunas de las nuevas experiencias musicales que al mismo tiempo posibilitaron una nueva manera consuetudinaria de pensar la música. Es decir, negocio y renovación cultural hacen simbiosis, por lo que la ruptura aparece como algo que no tuvo tuvo lugar nunca, aunque al mismo tiempo desencadena una hemorragia constante de lo nuevo , como algo que no termina de abrirse a un mundo diferente.
A mayor vanguardia mayor “establishment”, a mayor rebeldía mejores ventas. Pero esto no quiere decir que los autores de Rebelarse Vende estén dando con el meollo de todo; es cierto que lo “punk chic”, lo “revolucionario fashion” son ejemplos de cómo este fenómeno contradictorio beneficia al mismo sistema al que ataca, pero lo cierto es que en el sistema de los bienes culturales, el abaratamiento de la rutpura, es decir, la mercantilización de la vanguardia, abrió algo más que un espejismo situacionista. El mundo red, y en este caso la red de heterotopías musicales es un hecho, y cuando se habla de innovación en la música , no es un mero eufemismo.
Sólo la vanguardia vende, incluso aquella disfrazada de tradición, es un pequeño desdoblamiento de su identidad, es al revés de lo que plantea el libro. Rebelarse es asegurarse ser una mercancia, de otra forma, no eres. “Rebelarse Vende” debe cambiarse por “Rebelarse es saber venderse” ¡Los situacionistas después de todo inventaron la publicidad de hoy! Todo el sistema de producción musical contemporáneo ha integrado de una forma u otra , los avances en el plano formal de la música, de la técnica, de la herramienta musical de avanzafa y de las más sofisticadas formas de generación y registro del sonido, que se posibilitaron justamente luego de las investigaciones de la ruptura musical de los últimos dos siglos.
Por ende, estamos en el mundo de la sobresaturación de vanguardia, el fin de las vanguardias es en realidad el triunfo de la vanguardia, que impactó como reacción en cadena toda la creación sonora. El multipistas, los efectos de sonido, los trucos de manipulación del audio, son sólo derivados obvios de este fenómeno, y no es que sólo impacte en el sentido de una consecuencia estética, porque hacia afuera, estos dos siglos de arte experimental, desde la abstracción, hasta el “Do It Yourself” han posibilitado el paso de la sociedad del arte experimental, a la sociedad de la experimentación concreta y permanente, considerado esto como el mayor valor estético de la sociedad actual.
Esto se radicaliza con la entrada en juego de la computadora personal y en específico del llamado “lap top artist” , más aún con toda esta complejidad del músico que es a la vez programador de sus propios instrumentos virtuales. Un nuevo “jet set” experimental se manifiesta como el punto más alto de la pirámide de la innovación cultural, es un mundo de expertos en las posibilidades abiertas de la cultura, se forman en el IRCAM de Paris o en el Mills College de Oakland. Este jet set experimental , crea hoy proyectos en donde lo central de la creación no es ya el resultado sonoro , sino la complejidad en la interactividad del sistema de emisión sonora y en donde el resultado es pre estético , es decir, todo privilegia al sistema que desencadena procesos, y estos procesos son indiferentes a la emisión misma de sonido; puedes comprenderlos como resultados artísticos, o puedes considerarlos simples acciones pre artísticas, que sin embargo introducen en en la esfera de las novedades culturales un nuevo paradigma: de la estética de la máquina, se pasa a una estética del comportamiento inestable de la máquina.
Esta inestabilidad como valor estético y cómo punto de partida para significaciones artísticas que alcanzan a la masa por medio del mercado de la innovación permanente, extreman la noción situacionista que advirtió que el arte era sólo una válvula de seguridad, y extreman también la estética revolucionaria que planteaba que el uso anti económico de la máquina prefiguraría la otra sociedad. Con la entrada de la estética de la inestabilidad maquinal, el arte de vanguardia nos preparó para vivir en la zozobra, en donde el uso antieconómico se garantiza como la más privilegiada de las mercancias. Por eso Adorno como el conservador que era, criticaba la improvisación jazzística y el atonalismo. Nosotros hemos integrado a la perfección en todas las formas de consumo nuestra realidad inestable, la atonalidad, la sobre amplificación, el feedback, el ruido, la multirreferencialidad, la entropía, pero aún no sacamos las consecuencias más importantes de todo ello.
Apunte al margen
Camino por las calles de San Francisco, California entre post yuppies, neo hippies, trans rockers, trans punks, transexuales, etc. Y nada de esto me parece una libertad de elección, nada de identidades relacionales y abiertas. Es más bien el triunfo de la sociedad cerrada, de la nostalgia de sí , como diría Bloch, la sociedad del “Has Become” y ningún signo del “Yet to Become”. La sociedad de la vanguardia, es una sociedad de la repetición de posturas agresivas contra la nada , de signos cerrados y rememorados a la eternidad sobre un paraíso abierto concretado en una escenificación constante. Su metáfora está en el Apple Macintosh Convention, este mundo se produce sólo en la reproducción de sus canciones, su juego de elecciones y su destino juega a la aleatoriedad sólo en los “playlists” de su iTunes. La hibridación de géneros y de identidades a lo más que llegó es a incluirse en un dispositivo de manejo de archivos de audio: el iPod. ¿Qué libertad es esta, que se expresa como una infinita colección de discos?