In Colapso Colateral, I am making a metaphor with three kid drum sets where all their individual and disaggregated elements are trying to escape from something. Due to an irrational fear, they find themselves into a grate collapse into the corner of the museum or gallery space (in the first presentation, due to the curator, I was not allowed to install the work in a corner, because they wanted my piece to be the center of the exhibition, I hope to install the piece correctly in the next show).

These baby drums represents us, ordinary Mexicans, but they specifically stand for our innocent and fragile spirit devastated by the Narco and Mafia violence that we are suffering all over the country. These drums react when people get near to them thanks to a sensor, and they respond with fast and frenetic sounds that come out of their skins (the drum skins are vibrated by speaker cones that feed specific sine waves into them). In a way, these sounds represent their all messed up nervous system, sicken by the insecurity caused by their fucked up habitat, the country where we leave and where we cant foresee future possible solutions to this sickening cancer. The only possible solution or result to this situation is fear, so this installation is mainly about this fear manifestation also reflected by the world global economic crisis that we suffer presently.

Note: A proximity sensor is used, so that when someone approaches the drume sets they emit sound.

 

 

En Colapso Colateral hago una metáfora usando tres sets de baterías de niños en donde todos sus elementos individuales y desagregados intentan escapar de algo. Debido a un miedo irracional, se encuentran en un rincón de un museo o galería colapsados (en la primera presentación, el curador no me permitió instalar la obra en una esquina, ya que quería que mi obra estuviera en el centro de la exposición).

Estos tambores bebés son como Mexicanos ordinarios  y representan nuestro espíritu inocente y fragil devastado por la violencia de la mafia del Narco  a través de todo el país. Estos tambores reaccionan cuando la gente se acerca a ellos gracias a un sensor, y responden con rápidos y frenéticos sonidos que salen de su piel (sus pieles vibran con unos conos de bocina que les transmiten ondas sinusoidales). De una cierta manera, estos sonidos representan su sistema nervioso deshecho, enfermo por la inseguridad causada por su habitat jodido, un país en el que vivimos y donde no podemos preever posibles soluciones futuras para este cancer agobiante. El único posible resultado de esta situación es el miedo, y en este sendido esta instalación trata también sobre del miedo a la crísis económica mundial que se vivía en esos momentos.